Una de las dificultades de la tarea de los intérpretes es la toma de decisiones, sobre todo cuando tiene que ver con la literalidad y la intervención o no intervención. El intérprete se mueve en un contínuum, cuya balanza se decanta más o menos a la literalidad dependiendo de su criterio profesional y del contexto comunicativo.
La principal función de un intérprete es que sus usuarios puedan acceder a la información y, teniendo en cuenta lo mencionado, el profesional trabaja en ese cambiante contínuum. Según el contexto y los clientes, se han de tomar diferentes decisiones en lo referente a la transmisión del mensaje, porque el intérprete es mucho más que “alguien que interpreta”. El intérprete es el encargado de mediar y adaptar dos culturas diferentes con el fin de comunicar eficazmente el contenido de los discursos de las partes involucradas.

Un ejemplo que ilustra lo mencionado sería un servicio de interpretación para ámbito educativo, donde los alumnos son de 1° primaria y van de excursión a un museo con la profesora correspondiente. Mientras visitan el museo, la docente dice en lengua oral “las manos en los bolsillos”. En esta situación, el intérprete no podrá situarse en un contínuum 100% literal, dado que si signa exactamente lo que ha dicho la profesora los usuarios sordos entenderían que no pueden hablar ni expresarse. El intérprete ha de tener en cuenta los contextos culturales en los que se encuentra trabajando y la naturaleza de las lenguas que utiliza, porque en casos como el mencionado las culturas entran en tensión. Una posible solución de interpretación, teniendo en cuenta este contexto, sería la reformulación “no toquéis nada”.
No obstante, el contínuum no únicamente hace referencia a la cultura o al conocimiento de la comunidad sorda, sino también a la especialización de los discursos. En algunos servicios de ámbito especializado, tales como un juicio, se tratan toda una serie de leyes de forma repetitiva y mediante un lenguaje muy barroco. En esa situación el intérprete ha de moverse en este contínuum y adaptarse a sus usuarios. Si no es necesario nombrar la numeración de las leyes o las diligencias previas en su totalidad —ya sea por el tiempo de demora o por deseo del usuario sordo— se podría realizar un resumen o explicarle al usuario que se están detallando las leyes relacionadas con el juicio, sin especificar el número. Aun así, estas decisiones de literalidad o intervención siempre dependerán del intérprete, no hay normas establecidas sobre literalidad, siempre depende del contexto y, lo más importante de todo, de transmitir la información de forma adecuada.
Cabe añadir, como comenta Napier (2010), que las lenguas de signos continúan sufriendo una minorización y desigualdad respecto a las lenguas orales. En el ámbito personal, los intérpretes —me incluyo en la afirmación— suelen generalmente corregir a las personas de su alrededor cuando utilizan, por poner un ejemplo, el término sordomudo. No obstante, durante un servicio de interpretación, ¿sería adecuado interrumpir a la persona oyente que está hablando?, ¿se debería signar sordomudo o directamente sordo? Todo depende de las decisiones del intérprete y el nivel de intervención que el mismo aplique según el contexto.
Habiendo presentado qué es el contínuum y algunos ejemplos, siempre hay que tener en cuenta que el intérprete ha de tomar decisiones de este cariz en décimas de segundo. En la teoría los intérpretes pueden debatir y argumentar sobre el contínuum y la intervención o no intervención, pero en una interpretación simultánea las decisiones que se toman son muchas y muy seguidas.
Bibliografía
Napier, J. et al. (2010). Role, ethics and profesional practice. Sign Language Interpreting. Theory and practice in Australia and New Zealand. The Federation Press, 63-90.